DIRECTOR DE LA BIBLIOTECA NACIONAL Horacio González: "Duele que este gobierno no pueda resolver problemas urgentes de la población" 
El director de la Biblioteca Nacional, Horacio González, analizó en Infobae la actualidad política, la reforma en los colegios, la relación con los empresarios, y el caso Boudou, entre otros temas. Y lamentó el "giro autoritario" del Ejecutivo en su trato de la protesta social. Hoy se cumplen 204 años de la BN
Horacio González, filósofo, militante, sociólogo, funcionario, es abierto a la hora de debatir. Lo es tanto por su profesión, que le exige mantener una relativa apertura crítica, como su afición a la batalla de ideas. En una cálida y extensa charla con Infobae en las oficinas de la Biblioteca Nacional, que hoy cumple 204 años, el director de esa institución y filósofo de Carta Abierta no esconde ni deja de reconocer la "dificultades" políticas y económicas que atraviesa el Gobierno. También le despierta "incomodidad" y rechazo algunos funcionarios que hoy dominan la escena del kirchnerismo, como el secretario de Seguridad, Sergio Berni, el gobernador de Buenos Aires, Daniel Scioli, y el vicepresidente de la Nación, Amado Boudou, alguien que le "duele" por su implicación en la causa Ciccone.
Esas diferencias, sin embargo, no alcanzan para abandonar la "aventura política" que inició Néstor Kirchner. "Hay una Argentina real, silenciosa y secreta que está pidiendo que las innovaciones políticas del kirchnerismo desaparezcan. Si terminara en fracaso, le daríamos razón a quienes dicen que solo podría haber un gobierno de orden, chato, con profesores rigurosos que te expulsen de la escuela porque estas debajo del 7,50", sentencia, en clave de la reforma educativa sancionada este jueves en las primarias de la provincia de Buenos Aires.
El Gobierno cambió en el último tiempo y enfrenta nuevos problemas. Ahora tiene una actitud menos tolerante a la protesta, la inflación crece, hay despidos, y la economía se complica. ¿No hay una suerte de agotamiento del modelo y de su propuesta en este contexto?
Estamos en una situación dramática y hay todo tipo de operaciones políticas. No me animaría a decir que se consume un ciclo, porque eso implicaría declarar que fue inútil o innecesaria un conjunto de medidas que impulsó el kirchnerismo, como su política de derechos humanos o la estatización de los fondos de pensión. El Gobierno deja la sensación que muchas cosas inesperadas pueden ocurrir, como la aparición de un Scioli, que es un tipo que no me representa, o (el ministro de Economía, Axel) Kicillof, un joven universitario que te dice la palabra plusvalía, que desenfadado va a discutir a Nueva York citando a Keynes. Kicillof es una novedad que no ocurriría con Sergio Massa, Scioli ni con Mauricio Macri. El kirchnerismo es la aventura política de lo inesperado. La historia se encargará de hacer un balance mejor.
Que no se haya podido avanzar en indicadores clave en los últimos años del Gobierno, como la pobreza, el empleo informal, y la inflación, ¿no podría ser una expresión de incapacidad de resolver los problemas de lo cotidiano?
Una posición sería verlo como incapaz, pero me parece que también han aparecido otros instrumentos, como la Ley de Abastecimiento. Esa ley aparece como ineficaz porque en realidad es muy audaz, se trata de la capacidad de decidir sobre los precios del empresariado, algo que nunca estuvo en juego en la Argentina, salvo durante el primer peronismo. En este capitalismo primitivo, esas medidas aparecen como socializantes, cuando en realidad pueden ser democráticas.
La ley de Abastecimiento es algo muy reciente y todavía no se sabe cómo va impactar. En cambio, el estancamiento y deterioro de los indicadores económicos tiene años de irresolución...
Hay que reconocer los problemas, no se pueden ocultar. Pero hay que preguntarse porqué aparecieron en un Gobierno de tinte progresista, de centro izquierda. Las dificultades de ninguna manera pueden llevar a convertir este proceso en un nuevo fracaso de la Argentina, como fue el desarrollismo o el gobierno de Raúl Alfonsín. Si terminara así, le daríamos razón a quienes dicen que solo podría haber un gobierno de orden, chato, con profesores rigurosos que te expulsen de la escuela porque estas debajo del 7,50. Hay una Argentina real silenciosa y secreta que está pidiendo que las innovaciones políticas desaparezcan. Es una paradoja, me duele que un gobierno de mayor sensibilidad social como este no pueda resolver problemas urgentes e inmediatos de una porción grande la población. Este gobierno refundó la política económica, pero encontró tropiezos como la oposición de la Sociedad Rural, los empresarios, y el aparato mediático comunicacional.
Ya que lo mencionó a Berni, y considerando su postura de menor tolerancia a la protesta social avalada por Cristina Kirchner, ¿no interpreta esto como un giro a la derecha del Gobierno?
No creo que haya que emplear esa expresión, pero si veo que hay un giro que no me gusta. Néstor fundó un gran hecho democrático, aunque arranca desde Alfonsín, que es que las policías concurran desarmadas a las protestas. Es decir, mientras se da una votación en las Naciones Unidas donde la Argentina cumplió un rol en la disputa contra fuerzas económicas internacionales, al mismo tiempo aparecen personajes como Berni, la persona de la gran decisión que habla de igual a igual con el Partido Obrero (PO) y el PTS (Partido de los Trabajadores Socialistas) y que no se intimida ante nada. Yo tampoco me intimido ante él y digo que no me gusta lo que hace.
¿No le parece llamativo que estos "personajes" surjan desde el kirchnerismo, y que sean los que tienen más intención de voto? Berni creció en ese aspecto, y Scioli y Massa, que en su opinión son conservadores, son los mejores posicionados.
Uno no puede ser ciego de no ver que en la Argentina ha pasado algo. Hay un reclamo de seguridad que llega a las capas populares, en medio de una gran campaña de los medios de prensa como La Nación y Clarín, donde de cada 10 notas hay 9 sobre inseguridad. Pero es un clima que hay en el mundo, en Francia hay una nueva derecha y Europa está cerrada a la inmigración, con un pensamiento lindante al fascismo. Como funcionario, no me privo de hacerle ciertas críticas al Gobierno que no le gustan. No me gustaría que la clase política y el Gobierno acepte y acompañe resignadamente a lo que hace Berni. Pero la Argentina produce un Kicillof y un Berni, todo eso bajo el mismo Gobierno, hay que admitir la complejidad en el debate.
Recientemente participó en un panel de debate con el sciolismo. Algunos consideraron esto como un acercamiento al gobernador
Eso fue la imaginación de los medios, que ponen metáforas tomadas del hielo como la de "descongelamiento" de la relación. Fui invitado a un debate sobre políticas culturales, voy por mi condición de director de la Biblioteca Nacional, sería una descortesía no ir. Pero con Scioli sigo pensando lo mismo, le veo deficiencias, como el que esté detrás de los hechos o su política fotogénica, como cuando va a los seminarios de IDEA, que representa el neoliberalismo y los intereses empresariales en su estado más puro. No me representa, pero no digo que sea un fantasma intolerable, lo respeto. Mis opciones para candidatos a Presidente son las que tienen menos chances, como Jorge Taiana, Agustín Rossi y Sergio Urribarri.
Cómo se piensa el proyecto kirchnerista cuando existen funcionarios procesados, como Amado Boudou, y se convive con alguien como Carlos Menem, un senador condenado a siete años de prisión efectiva y que sigue libre porque el oficialismo le resguarda los fueros.
Es un voto que tiene que ver con la lucha parlamentaria y que el Gobierno cuenta en el Senado. Menem me incomoda, nunca lo vi con simpatía, pero es algo que no lo considero de mayor gravedad. Lo de Boudou es más complejo, alguna vez dije que me producía cierto dolor. Boudou tuvo un acto muy audaz que regresa al Estado los fondos de pensión, pero es una vida paradojal, como todas, y expresa el ascenso y caída de un político que me produce un sentimiento vinculado a lo trágico. Pone de manifiesto lo difícil que es gobernar y la lógica implacable de la política.
Una de las ideas del gobierno era la de crear una burguesía nacional, un empresariado que acompañe al proyecto político. Con la situación económica de este año, muchos de los empresarios oficialistas empezaron a estar de la vereda de enfrente. ¿Es viable esa idea?
Hubo un intento crear una burguesía nacional desde el Estado, pero no me parece una clave importante de la historia. Hoy el gobierno no tiene el apoyo de ningún empresario. Ignoro si lo sigue haciendo Lázaro Báez. Pero tengo muchos reparos, que haya entre empresarios vinculados al juego no me gusta, o que siempre sean los mismos los que ganen las licitaciones. Tampoco se puede esperar nada de alguien a lo Cristiano Ratazzi (presidente de FIAT). Los empresarios argentinos no me gustan, tienen poca sensibilidad social, están vinculados a la globalización más irresponsable, y carecieron de acompañamiento en la pelea los fondos especulativos salvajes.
Hablemos del Papa Francisco. En un inicio lo calificó como un "retroceso". ¿Sigue pensando lo mismo?
Reconozco que fue una calificación muy dura, pero fue contra los que tomaron a Bergoglio como el salvador del Frente para la Victoria. No me gusta el oportunismo político y el alineamiento instantáneo. Yo tiendo a hablar libremente, puede que me excedí en algunos calificativos. Aunque soy laico, soy respetuoso de la religión. Diría que el Papa Francisco está en la misma encrucijada que está el kirchnerismo. En Oriente quiso evitar una guerra tremenda, que al final terminó siendo su punto de partida (N. del R: por la visita a Medio Oriente). Intentó ciertas reformas, pero tuvo indulgencia con los poderes dictatoriales , aunque también ayudó a personas en esos procesos. Me parece digno de resaltar que siga la lucha diplomática en los tribunales de Nueva York. Es un innovador a la manera del kirchnerismo.
Hoy la Biblioteca Nacional cumple 204 años de existencia. ¿Como fue la experiencia que la fundó en la Primera Junta, allá por 1810, y en qué se inspiró?
Tiene una remota inspiración en la experiencia norteamericana de la red de bibliotecas de Benjamin Franklin. Mariano Moreno, su creador, tiene el refinamiento de pensarla como modo de reparar los efectos mortíferos que tiene una guerra, como la de la Independencia. Moreno establece quienes van a ser los dos bibliotecarios de la fundación de la BN, los sacerdotes Cayetano Rodríguez y Saturnino Segurola, que apoyaban a la revolución. La institución tiene una tradición laica revolucionaria, que se ubica desde el texto fundador de Moreno, y un origen eclesiástico. A lo largo de más de 200 años de actividad de la Biblioteca nacional, se han turnado directores que han pertenecido al mundo laico, asistido por diferentes ideas de transformación social, y el mundo confesional.
Nace con un rol político entonces...
Nació con un rol político vinculado a la idea de ilustración popular, que toma los modelos culturales y civilizatorios provenientes de Europa. El último gran exponente de ese sello es Deodoro Roca, gran político y autor del manifiesto de la reforma universitaria, quien tenía ideas de izquierda y socialistas. En mis años de gestión en la Biblioteca Nacional tome los aportes de esas dos tradiciones, no me inscribí como partidario estricto en ninguna de ellas.
Usted mencionó sobre el rol civilizatorio de la ilustración popular, que asume el Estado moderno ante la ciudadanía. ¿Cómo ve esto en relación a la discusión actual sobre la reforma que se impulsa en las escuelas primarias, en las que no habrá más aplazos?
La escuela es un sistema de valoración jerárquico. Pero en esencia el vínculo entre alumnos y profesores es de aprendizaje mutuo pese a la asimetría existente entre ambos. Las escalas de valoraciones son indispensables y constitutivas de la idea de escuela, pero el saber tiene varias dimensiones, una es su dimensión autónoma, donde el saber se explica a sí mismo y crece sobre la base de su propia interrogación. Ahí no hay una escala de recompensas o de cero a diez para calificar un rendimiento. Los rangos de rendimientos se han convertido en formas punitivas la mayoría de las veces. Cómo se califica de modo tal que el saber preserve su autonomía, su dignidad y su carácter ético, y no generar un saber que esté regulado y recreado permanentemente por entidades disciplinarias ajenas a él, es un debate que atraviesa todas las sociedades.
Esta reforma es muy interesante, no declara el cese del vínculo profesor-alumno, por el contrario invita recrear la idea misma de maestro. El maestro nunca deja de ser un alumno. La discusión debe hacerse muy finamente, la reforma es susceptible de ser acusada de propiciar el caos anarquista en las escuelas. Esto no debe ocurrir, lo que reine en las escuelas tiene que ser la decisión libertaria de los alumnos y profesores de entablar un vínculo de conocimiento.
Da la impresión que detrás de la reforma no está esa discusión conceptual que menciona, sino que se busca más lo pragmático, de garantizar una permanencia en la escuela y una promoción, antes que mejorar el aprendizaje.
La escuela tiene una función social que no la pongo por encima de la cognoscitiva. Pero no se puede abandonar esta interpretación social, porque una mala decisión de un profesor puede extrañar de la escuela a un alumno que la necesita por razones sociales. La escuela es muy cruel con el llamado mal alumno, la censura y la punición tienen una larga tradición. Educar no se puede transformar en un conjunto de reglas y enunciados que parecen los manuales de procedimiento de la administración pública. El conocimiento ahí aparece como un poder que sujeta a las personas y no algo que las libera. Tiendo a pensar que este debate recrea formas de educación superiores, si termina pasando por la lógica de más o menos votos, entonces el resultado no va a ser bueno.
Sin embargo, no se está proponiendo en simultáneo un método de evaluación distinto, que permita medir el aprendizaje fuera de esa lógica punitiva que menciona.
Cuando un periodista califican a los jugadores de futbol con números es durísimo. Si aplicáramos ese sistema de calificación en la escuela, el 80 por ciento de los alumnos estaría afuera. Los sistemas de calificación en las escuelas generan desde el comienzo una desigualdad que se va reproduciendo a través de las distintas competencias del alumno, que se origina en las familias, en el mundo social del que proviene. La escuela debe operar como agente para reducir la desigualdad inicial entre los alumnos.
¿No existe el riesgo de que se oculte la desigualdad con este sistema más flexible que se propone?
Admito la posibilidad que decís. Se resolvería con algo que decía Carlos Marx, que pregunta "quién educa a los educadores". Se precisa otro nivel de instancia de educación de los educadores, son ellos los que deben procurar que no se produzca ese desvío de una mayor flexibilidad, que no se convierta en ausencia de criterios para evaluar la producción colectiva e individual. El problema que tiene todo maestro es que no sabe bien si, al poner algo tan banal como una mala nota, lo que está haciendo es desviando la vocación de alguien. Se precisa una gran reforma educativa donde el sistema de notas no punitivas también esté en juego en la discusión. Pero no soy partidario de suprimir formas de evaluación cuya diferencialidad sea discutida en el aula.
La sospecha que existe detrás de la reforma es lograr un pragmatismo que los estudiantes sigan en la escuela. ¿No podría profundizar una revalorización de la educación privada?
Si, lo veo como un problema. La sociedad Argentina está atravesando un momento muy delicado de cruce de derechos, como cuando se lo ve a Berni, garantizando el derecho de la circulación con violencia. El Estado ahí es de carácter autoritario que desconoce los derechos sindicales y a la protesta social. El conflicto de derechos también pasa en las escuelas, la educación privada o confesional crece cuando se vacía la pública. Admito que lo que mencionas es un riesgo, pero hay que atravesarlo porque si no se va a poder lograr una escuela de mayor sensibilidad social. Esta reforma no puede terminar en una desmoralización de las familias que mandan a la escuela pública, que quieren que los califiquen de 0 a 10. No es una buena posición que haya más rigor en la calificación de notas y que venga "el mariscal Berni de la educación" a pedir que eduquemos con rigor.
Sábado, 13 de septiembre de 2014
|
