EN LA CATEDRAL DE GOYA Faifer celebra 50 años de vida sacerdotal El Obispo presidirá la eucaristía, en la que estará acompañado por Obispos de la región, decena de sacerdotes y fieles de toda su diócesis. En sus recuerdos, sólo tiene palabras de agradecimiento a Dios por lo vivido y asegura no haberse arrepentido nunca del camino que eligió.
Hace 50 años, en la fiesta de la Asunción de la Virgen, Ricardo Faifer, hijo de Segismundo Faifer y de Blasinda Espósito, entregaba su vida al Señor y al servicio de los demás recibiendo el ministerio presbiteral. En sus primeros años de sacerdote, no imaginaba que llegaría a ser Obispo; y hoy, desde la diócesis de Goya, quiere dar gracias por aquella elección que hizo y mantiene, asegurando que nunca se arrepintió de esta vocación. Para celebrar su Bodas de Oro sacerdotales, presidirá, a las 19, la santa misa en la Iglesia Catedral, en la que estará acompañado por Obispos de la región y decena de sacerdotes; y fieles de toda su diócesis. Para compartir junto a la comunidad de la diócesis de Goya la alegría por estos 50 años de sacerdocio de su pastor, estarán acompañando a monseñor Faifer durante la celebración eucarística, entre otros obispos, los Arzobispos de Corrientes, monseñor Andrés Stanovnik; y de Resistencia, monseñor Ramón Dus; y los obispos de Santo Tomé, monseñor Hugo Santiago; de Reconquista, monseñor José Macín; de Formosa, monseñor José Vicente Conejero Gallego; monseñor José Lorenzo Sartori, emérito de San Roque de Presidencia Roque Sáenz Peña; y monseñor Fernando Maletti, de Merlo-Moreno. Además, para compartir este acontecimiento, llegarán hasta Goya, delegaciones de Gualeguaychú, tierra natal de monseñor Faifer, y de los siete departamentos de esta jurisdicción eclesial, junto a sus sacerdotes. Sus recuerdos Para monseñor Faifer, con la humildad y sencillez que definen su persona y su ministerio y exponiendo siempre su profunda confianza en Dios y su presencia constante, expresó que esta es una “ocasión propicia para dar gracias a Dios, ya que el sacerdocio no es regalado para que sólo y exclusivamente lo disfrute el sacerdote que se ordena, sino es en servicio en bien al pueblo de Dios, de la Iglesia y también de la sociedad donde actúa”. En declaraciones a FM San Cayetano, consideró que “es una ocasión buena y justa de dar gracias a Dios por sus amor, por su fidelidad, por el don del sacerdocio”. En reiteradas ocasiones destacó que siempre sintió la ternura y la fidelidad de Dios a lo largo de estos 50 años. Contó además, en relación a cómo se despertó su vocación, “tengo que decir que Dios ha sido demasiado bueno conmigo, me llamó siendo muy pequeño; teniendo 11 años entré al Seminario Menor queriendo ser sacerdote. Desde entonces Dios ha sido fiel en su llamado y en su amor, me ha sostenido, conducido. Ciertamente que de parte de Dios ha puesto su ternura, su cariño, para cuidarme siempre. De parte mía, he tratado de responder, pero sabemos que ninguno de nosotros es perfecto y debo pedir al Señor que disculpe mis infidelidades. Pero sólo tengo que decir a Dios gracias, y también a quienes han manifestado su amor en mí; como mi familia, mis amigos”. Luego de su ingreso al Seminario de Paraná, recordó que entonces en Entre Ríos había una sola diócesis; en 1952; tras varios años de estudio, en el 57, a punto de terminar el secundario, se creó la diócesis de Gualeguaychú; y como era oriundo de esa ciudad, allí culminó su formación. “Me ordené en 1964 y al mes me enviaron a Roma a estudiar, dos años, la licenciatura de Derecho Canónico. Regresé a mi diócesis, fui vicario parroquial, párroco en tres parroquias, profesor en el Seminario, formé parte del Concejo presbiteral y fui Vicario General de la diócesis. En 2002, el Papa, ahora san Juan Pablo II, me nombró obispo de Goya, y aquí estoy”, relató. Faifer destacó que eligió hace 50 años la fiesta de la Asunción de la Virgen para su ordenación; y también, otra fiesta mariana, la de la Virgen de Guadalupe, el 12 de diciembre, para su consagración como Obispo. Destacó que “se estila poner un recuerdo como lema cuando uno se ordena; y, como el don es muy grande de parte de Dios, también hay una gran responsabilidad de parte de aquel que lo recibe en orden a vivir este oficio de amor para los demás, uno siente cierta desproporción, la capacidad nuestra es limitada, por eso me surgió en el corazón la frase bíblica, “no temas que yo estaré contigo”. “Y tengo que dar fe que Dios siempre estuvo conmigo y me ha sostenido”.
Viernes, 15 de agosto de 2014
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