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POLICIALES Los Rompehuesos: les fracturaban las piernas a indigentes para estafar a los seguros Un abogado lideraba una banda que simulaba accidentes de tránsito para reclamar sumas millonarias. Olga estaba sentada en una silla del Juzgado Civil y Comercial 12 de San Isidro, adonde se había acomodado con mucha dificultad. Aún no podía caminar bien por la grave lesión que había sufrido en su pierna izquierda. Y nunca lo haría. La habían llevado hasta allí en una ambulancia y le habían prometido trasladarla de regreso a su casa apenas terminara con lo que estaba haciendo, prestar su declaración para sostener la demanda que su abogado había levantado contra un remisero de Moreno y -en particular- contra su compañía de seguros por haberla atropellado.
Alguien tenía que pagar por eso que le habían hecho.
No estaba nada bien Olga. Sus hijos le reprochaban lo tirada que la veían desde aquel accidente, y ese era el menor de sus problemas. Su situación económica estaba por debajo de lo desesperante y su cuerpo herido no le permitía changa alguna. Los 800.000 pesos que su abogado le estaba reclamando a Mapfre parecían demasiado lejanos. Y algo la molestaba ahí adentro, donde ciertas decisiones se pueden esconder pero nunca acomodar.
“Nosotros quebramos piernas y brazos para ayudarlos a ustedes”, recordó Olga que le había dicho “Rulo” para convencerla de “hacerse quebrar”, como decían en el barrio. Todos lo comentaban, muchos lo habían hecho y tantos otros lo harían.
Y ella lo revelaría ante la Justicia.
Olga empezó a hablar en el Juzgado Civil y terminó de hacerlo en una fiscalía penal de San Isidro, la que conduce María Virginia Toso. Explicó que “Rulo” la había convencido a principios de aquel 2009, según recordó, en un momento en el que ella no podía pagar ni el aire que respiraba. Le había prometido que si se “hacía quebrar” tendría un futuro venturoso, lleno de dinero y alejado de esas necesidades que atenazaban su vida. Sólo tenía que lograr algo en teoría tan azaroso como sufrir un accidente grave, aunque no mortal.
Apremiada, Olga había aceptado. El 16 de febrero de 2009, “Rulo” fue a buscarla a su casa junto a dos hombres más y le exigió que le entregara su documento. Ella lo hizo y luego se dejó llevar hasta otra propiedad. Jamás olvidará lo que ocurrió allí: le dieron una inyección de algo que no le hizo efecto alguno, pero que se suponía era anestesia, la tiraron al piso, le pusieron un trapo en la boca, le taparon la cabeza con una frazada y colocaron su pierna izquierda sobre dos tacos de madera.
Entonces sí, la quebraron.
El golpe fue con una maza. Tan fuerte que le rompió la tibia y el peroné, para provocarle una fractura expuesta. Enseguida, movieron los tacos y se los pusieron debajo de un brazo, para asegurar la faena. Pero Olga se resistió a los gritos y desistieron de esa segunda parte.
Aún faltaba estar a la hora señalada y en el lugar adecuado para que ocurriera el accidente. Pero para eso también estaban preparados.
Unos días antes, a principios de febrero, Miguel había llevado a un pasajero desde la plaza central de Moreno hacia una casa. En el camino, el pasajero le había preguntado si tenía seguro y, ante su respuesta afirmativa, le había propuesto ganarse 1.500 pesos con un trabajo simple y novedoso: el de embestidor.
Los hechos ya estaban dados, sólo había que reunirlos y ordenarlos. A las 19.20 de aquel 16 de febrero en el que sufrió la fractura expuesta de la pierna izquierda justo antes de que ocurriera el accidente que se la iba a provocar, Olga fue cargada por “Rulo” y su gente en un auto y llevada hasta la esquina de José Ingenieros y Maestro Santana, en Beccar (San Isidro). Allí la ubicaron en el asfalto para que el remisero Miguel pudiera llegar a la hora acordada para fingir haberla embestido.
Un testigo, tan falso como todo lo demás, vería todo lo que no había ocurrido y llamaría a una ambulancia, ésta sí de verdad.
Los médicos trasladaron de urgencia a Olga al Hospital de San Isidro, donde pasaría un mes internada. Algo más ocurriría en ese lugar: al día siguiente de su ingreso, un compañero de “Rulo”, Ceferino Daniel Herrera, la hizo firmar un poder a favor de su jefe.
Se trataba del líder de “Los Rompehuesos”, el abogado Hugo César Schiber.
PbDJzD5Zn_720x0__1.jpg El abogado Hugo Schiber, líder de la banda "Rompehuesos". Pero faltaba más. Los médicos necesitaban un clavo quirúrgico para colocar en la pierna fracturada de Olga y “Los Rompehuesos” aseguraron que se harían cargo. Pero como consideraban que las lesiones aún podían agravarse -y significar una demanda más cuantiosa- demoraron la entrega del elemento hasta que se aseguraron las peores secuelas.
Al fin, Federico Schiber -el hijo de Hugo- se dignó a llevar el clavo al hospital. Olga fue dada de alta y empezó así su derrotero por juzgados, pericias médicas y otros trámites vinculados a la demanda, siempre trasladada por integrantes de “Los Rompehuesos” en lo que parecía ser una ambulancia. La mujer recordaría luego que el vehículo tenía varias curiosidades, como que no llevaba médicos y sí a otros que “se habían hecho romper”. Ante alguna duda de su parte, contaría, el propio Ceferino Daniel Herrera le había confesado que su propia “señora se había hecho romper” pese a “que estaba embarazada”.
Sin embargo, para Olga los apremios económicos continuaban, por lo que empezó a pedirles dinero. Al fin, Federico Schiber la citó en el estudio de su padre y le dio 100 pesos. Eso sí, le hizo firmar un recibo en concepto de “asistencia”. Cinco veces repetirían esto, hasta que Olga se quebró por dentro y contó todo.
Y eso que a ella no le había tocado la lija.
A partir de su testimonio, la fiscal Toso comenzó una investigación queduraría nueve años. Lo primero que hizo fue intervenir la línea telefónica de la banda con la que se comunicaba Olga -era la de Ceferino Herrera- para reunir pruebas. Y las obtuvo.
En junio de 2010, la fiscal logró allanar el corazón de la banda: el estudio que Hugo Schiber tiene frente a los Tribunales de Morón y su casa en el exclusivo Parque Leloir. No sólo descubrió que se trataba de un millonario, a cuyo nombre llegó a tener siete autos importados, un departamento en las torres Le Parc de Puerto Madero y hasta una cadena de carnicerías, sino también que es un hombre meticuloso. En su agenda tenía los nombres de Olga y de varias personas en igual situación y en su oficina guardaba centenares de documentos relacionados a accidentes de tránsito.
En la casa de su hijo Federico, en tanto, había más historias clínicas que en un hospital. Pero fue en lo de Ceferino Herrera, en Moreno, donde se secuestró lo más alucinante: una falsa ambulancia, como la descripta por Olga.
TlsFR6UmA_720x0__1.jpg Federico Schiber, hijo del abogado Hugo Schiber, integrante de la banda "Rompehuesos". Era una camioneta Peugeot Partner blanca a la que le habían ploteado la inscripción “Unidad de Traslado” y el típico asterisco en cada uno de sus vidrios traseros. Era, además, la prueba de que se trataba de una organización de caranchos montada para romper huesos en serie.
Con la documentación reunida, la fiscal logró probar otros cinco casos con víctimas que, como Olga, jamás vieron plata. El más antiguo era del 9 de marzo de 2007, cuando una pareja fue llevada a una casa para ser rota. Al hombre le fracturaron la tibia izquierda tras inyectarle esa sustancia que sólo habría sido agua; a su mujer le rompieron el cúbito y el radio izquierdo pese a que se arrepintió. A ambos los hicieron denunciar que los habían atropellado en Morón cuando iban en moto, para que Schiber demandara a la empresa Liberty.
En mayo de 2008, “Los Rompehuesos” subieron a la falsa ambulancia a una chica analfabeta, le quebraron tibia y peroné y armaron un accidente en Palomar para que Schiber le reclamara 630.000 pesos a Provincia Seguros. Habían llegado hasta ella gracias a su cuñada, que tenía 16 años y un bebé al que le ponía trapos como pañales, a quien le habían prometido 200 pesos por cada víctima que arrimara.
Así, la misma adolescente consiguió otras dos víctimas: su prima y su hermana, quien tuvo que esperar a cumplir los 21 años para poder “hacerse quebrar” y tener derecho propio para la demanda. La chica se sometió a la fractura de su pierna derecha en una carpintería el día de su cumpleaños, tal era su desesperación. Pero también la sometieron a la lija.
Fue literal: antes de llevarla a no ser atropellada a una esquina de Tres de Febrero, le pasaron una lija por los brazos, el abdomen y la cara. La demanda por ella y por su prima fue de 1.420.000 pesos, que ninguna cobró.
En junio de 2008 la demanda fue contra Mapfre por 1.230.000 pesos y tuvo como víctima a una mujer a la que, como retiraba por reflejo su pierna cada vez que se la iban a quebrar, se le sentaron encima para inmovilizarla mientras le daban con un fierro. Tan duro le pegaron que se desvaneció, lo que aprovecharon para limarle el rostro.
El último caso comprobado es el de la mujer de Ceferino Herrera quien, tal como le había dicho a Olga, había hecho quebrar a su propia pareja. En su caso, la demanda fue contra La Caja por 1.155.000 pesos por un falso accidente en el cual no la habían chocado cuando iba en bicicleta por Moreno. Los testigos de este siniestro se repetían en otros, también como testigos o como embestidores. Varios de los nombres se reiteran, en distintos roles, en más de 100 situaciones.
La causa demoró años en llegar a juicio, gracias a apelaciones de las defensas y a las amenazas de muerte sufridas por víctimas, testigos, embestidores y hasta funcionarios judiciales. En el camino “Rulo”, que se llama Francisco Ortiz, acordó un juicio abreviado. El resto recién llegó a debate oral en noviembre de este 2018. El último lunes, por fin, la fiscal Toso logró formalizar allí un pedido de 20 años de cárcel para Hugo Schiber (71) como jefe de la asociación ilícita; y de 15 años para Ceferino Herrera como miembro de la banda. Pidió además un adelanto de veredicto y lo logró: los declararon culpables y los encarcelaron, aunque aún no se anunciaron las condenas.
“Ha quedado probado que Hugo Schiber se ha dedicado a esto durante más de treinta años”, dijo la fiscal en su alegato. También destacó “el patrimonio personal que logró forjar a partir de las cuantiosas sumas de dinero reclamadas en las falsas pretensiones civiles, su absoluto desprecio por la condición de las víctimas, personas con las carencias más terribles, tanto económicas como culturales”.
La fiscal no pudo lograr el mismo resultado con Federico Schiber (37). El hijo del abogado desapareció durante el juicio y hoy se encuentra prófugo. Un riesgo cierto es que salga a buscar nuevas víctimas para quebrar. Otro es que regrese a romper del todo a las anteriores. O a quienes investigaron y expusieron el infierno vil que forjó junto a su padre.
Fuente: Diario Clarín
Sábado, 8 de diciembre de 2018
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