Por Catriel Fernández Despertar cada mañana para salir a cruzar una cordillera La noche fue dura, muy dura. No pude pegar un ojo. No llegué a conciliar el sueño, sin embargo arranqué mi jornada laboral con mucho entusiasmo. No era cualquier día, era el aniversario número 240 del natalicio del General José de San Martín y debía realizar una cobertura periodística del acto central en la ciudad de Yapeyú.
La encomienda, en realidad, ya había comenzado la noche anterior, pues en el anfiteatro contiguo al Templete sanmartiniano se realizó una vigilia para recibir este nuevo aniversario del nacimiento del Libertador. Allí el gobernador Gustavo Valdés presenció el chamamé en vivo que se ofreció, bailó con la intendenta local, acarició un perro callejero, cantó el himno nacional a la hora cero y saludó a 82 ex Granaderos de todo el país que por primera vez se reunían.
No habló, ni a la prensa. El mandatario se guardó sus conceptos para la mañana siguiente, durante su discurso en el acto central. La noticia de esa noche no fueron las palabras del gobernador, sino un acontecimiento histórico: en la cuna del Padre de la Patria se conformó la Unión Nacional de Ex Granaderos a Caballo, el ejército que el prócer creó para libertar Argentina, Perú y Chile.
Quería que eso fuera lo que primero leyeran los correntinos al despertar en el día del natalicio de nuestro máximo prócer, por eso con mi equipo de trabajo hicimos lo nuestro en el bar que está a pocos metros del Templete. Eran las 2 de la madrugada y debimos salir de allí, después de que amablemente nos pidieran que nos retiráramos, porque debían cerrar.
La última línea la escribimos en la vereda del bar y allí comenzó el calvario. Ni la señal de internet de nuestros teléfonos, ni el ‘wifi’ del hotel de la cuadra nos sirvieron para enviar una página y unas cuantas fotos, algo que en muchos lugares del interior provincial se vuelve una verdadera proeza.
Pensando en que a las pocas horas debíamos estar perfectamente lúcidos para no perder detalle de un acontecimiento tan importante, le dije a mis compañeros que volvamos a nuestro lugar de pernocte para seguir intentando desde allí hacer llegar la información.
Recién a las 4 lo logré y luego intenté descansar un poco, porque el despertador sonaría pronto. Eso no lo logré. El enfado por el revés técnico disparó mi ansiedad, haciendo que se entremezclen en mi cabeza los ruidos de mis latidos con los que provenían del exterior de la habitación.
Estábamos en el Destacamento Militar de Yapeyú, que los días que se conmemoran el nacimiento y la muerte de San Martín aloja a diversos pasajeros, porque que la capacidad hotelera de la localidad es exigua. Sentí algunas voces y caminatas, pero a las 5 tuve la sensación de que un batallón pasaba por al lado mío, algo que más tarde confirmé no estar sólo imaginando.
Estábamos en un primer piso y pasadas las 6 los ruidos venían del patio. Resignado a no dormir, me acerqué hasta la ventana y vi como los Granaderos a Caballo que más tarde participarían del acto central le cantaban a la bandera argentina mientras la izaban.
El clarín despertó a mis compañeros y los testigos ya éramos seis, porque fue un momento sin público, más allá de unos pocos familiares de los ex Granaderos que también estuvieron formados junto a los actuales. Sin embargo, esos “ex” no fueron nombrados como tales por el comandante que tenía la voz de mando, sino como “reservistas”, a pesar de que algunos estuvieran con muletas y sillas de ruedas y muchos fueran octogenarios.
Fue un acto casi privado, entre camaradas. Izaron la bandera a las 7 puntualmente, entonando “Aurora” y la voz de mando saludó con un “buenos días en el Día de la Patria”, recibiendo una enérgica respuesta de los Granaderos. Luego hubo un discurso que no pareciera haber estado preparado, sino más bien, una expresión de sentimientos para un acontecimiento importante. Pareció una charla de vestuario antes de salir a la cancha y entre lo que llegué a escuchar, me impactó cuando dijeron: “La patria nos necesita”.
Ese espíritu que observé y escuchar la canción con la que empezaba cada mañana en el colegio, me cambió el humor y me cargué de entusiasmo para continuar mi labor, a pesar del cansancio. Debo reconocer también que “Aurora” me transformaba, llegaba hasta el colegio apesadumbrado, pero cuando escuchaba esa melodía y letra, cambiaba la actitud para afrontar la clase. Me hacía pensar que había algo más importante que mis problemas y que apelaba a mi compromiso. Y estoy pensando seriamente en volver a escucharla antes de encender la radio y la computadora al comenzar mis días.
Ya en la Plaza de Armas del Templete, este domingo el acto comenzó a las 9 como estaba programado. Se sucedieron la revista de tropa, el ingreso de la réplica del sable que usó San Martín, la invocación al Sargento Juan Bautista Cabral, las ofrendas florales y los discursos.
Hablaron, primero la intendente Marisol Fagundez y luego el gobernador Valdés, quien convocó a “volvernos en el espíritu de San Martín y pensar en forma original y valiente el futuro”, tras destacar el carácter innovador del prócer de acuerdo a las estrategias que empleó en sus objetivos militares y políticos. Y sostuvo que “habrá en nuestro horizonte nuevas cordilleras que cruzar”.
Cuáles son esas cordilleras y cómo cruzarlas es materia de discusión política, algo que Valdés no pasó por alto en su discurso, pero que en estas líneas no pretendo analizar, sino reflexionar sobre una de las tantas enseñanzas que nos dejó San Martín. ¿Cuál sería hoy nuestro presente como Nación si hubiera desistido de su acción libertadora? Es imposible saberlo con certeza, pero de seguro no tendríamos su ejemplo para comprender que inexorablemente tenemos un compromiso con nuestra comunidad, que requiere de nuestro esfuerzo diario y que a veces también de nuestra valentía, porque, cual fuese, siempre tendremos una cordillera que cruzar. Y si despertar con “Aurora” sirve para motivar, creo que es un buen hábito. Probemos, la Patria nos necesita.
Martes, 27 de febrero de 2018
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