REINO UNIDO Elsmore Road: Cuando en la puerta de al lado vive un terrorista Dice que hoy no reconocería al niño "sonriente" e "inteligente" que iba a la escuela del barrio y que jugaba al fútbol -eran seguidores del Manchester United- porque hace tiempo que "ya no se relaciona" con esa familia. Explica que ellos son de Trípoli y él es de Benghazi, ciudad arrasada por los yihadistas. "No entiendo qué le enseñan a sus niños, vienen al país en el que nacieron, que los cuidó, los trato bien, los educó y al final del día se inmolan entre niñas. Es muy mala gente, nos están asesinando".
"La principal fuente de terroristas es Trípoli, en Libia", subraya, con una expresión de impotencia.
Salman Abedi se hizo explotar el lunes por la noche a las puertas del Manchester Arena al finalizar el concierto de la cantante estadounidense Ariana Grande, al que asistieron miles de adolescentes y niños.
Dejó un reguero de sangre de 22 muertos y más de 60 heridos, entre ellos madres y padres que acudieron a buscar a sus hijos.
A día siguiente, las fuerzas especiales de la policía británica tomaron el barrio de Fallowfield, rodearon al vivienda social de típicos ladrillos a la vista en la que supuestamente residía Abedi y derribaron la puerta con explosivos.
"Estaba en shock cuando me enteré de lo que pasó el lunes a la noche", cuenta Pamella Wallace, otra vecina del barrio. "El martes por la mañana estaba sentada en mi silla con el perro en mis piernas y escuché la fuerte explosión, el perro salía disparando y yo corrí afuera, pero la policía me envió adentro", continúa.
"Entré corriendo, estaba asustada de muerte, y una hora después me enteré de que estaba la unidad antiexplosivos, los policías, reporteros, todos", explica Pamella a Télam.
Pamela, al igual que la mayoría de los vecinos que rodean la calle Elsmore Road, donde está situada la casa que habitaba Abedi, sostiene que apenas conocía de vista al terrorista suicida.
"He vivido en esta casa durante 23 años, y lo he visto en varias ocasiones con sus vestimentas musulmanas en el jardín que está frente a su casa, pero nunca hablé con él, y nunca me sonrió. Su cara nunca cambió, pero no conozco a la familia", insiste.
"Nadie entiende cómo pudo hacerlo, se mira mal a los musulmanes cuando no son para nada malos", agrega.
La familia Abedi llegó a Manchester procedente de Londres, donde se habían refugiado en 1993 tras conseguir asilo político, huyendo de la persecución de Muammar Gaddafi. Salman, el segundo de cuatro hermanos, nació en suelo británico.
El padre regresó a Libia tras la "primavera árabe", pero la madre, Samia, se quedó en Manchester unos años más con sus hijos.
"Hace dos años el hermano mayor, Ismael -también detenido en relación con el ataque-, se casó y se quedó en la casa; y según nuestra tradición musulmana, cuando es así alguien de la familia se debe ir", sostiene Farag, quien cree que en ese momento Salman se marchó.
"Lo vi un par de veces, pero no era muy sociable. Sé por otros chicos del barrio que estaba mucho en Libia", afirma por su parte Maryam, una joven paquistaní de 18 años, que vive a unos 50 metros de la casa de los Abedi.
Según la prensa británica, Salman tuvo una adolescencia conflictiva y consumía cannabis. Su vida pareció mejorar cuando comenzó a estudiar negocios en la Universidad de Salford, no muy lejos del Manchester Arena.
Sin embargo, luego abandonó los estudios. En ese entonces supuestamente ya mantenía vínculos estrechos con yihadistas locales.
Los investigadores creen que estuvo en contacto con Abu Qaqa, uno de los mayores reclutadores de yihadistas en el Reino Unido, quien habría fallecido en Siria luchando en las filas del Estado Islámico (EI).
En la escuela de Whalley Range, cerca de su casa, estudiaban Zahra y Salma Halane, dos chicas que saltaron a la fama por haber huido en 2015 a Siria reclutadas por los extremistas del EI.
A pesar de su enojo, Farag intenta comprender por qué ese niño se transformó en un terrorista suicida: "el punto es que porque su padre se fue a Libia y lo dejó aquí, se convirtió en un objetivo fácil para las ideas malas, eso es lo que pasó".
Hace ya dos años, sus padres se lo habrían llevado a Libia preocupados por su radicalización en el Reino Unido.
El imán de la mezquita de Didsbury, a la que acudía junto a su hermano también lo detectó: "Salman me mostró el rostro del odio cuando escuchó un viernes un sermón condenando las acciones del IS", sostuvo Mohamed Saeed El-Saeiti.
Sin embargo, nadie pudo evitar la masacre, y las consecuencias que esta tragedia tendrá en el mediano y largo plazo no sólo para los ciudadanos de Manchester en general, sino para los musulmanes y los vecinos de Fallowfield en particular.
"Especialmente los niños tienen miedo de vivir aquí, no pueden dormir en sus propias camas, no pueden dormir solos",
cuenta Fameem Ahmed, un vecino paquistaní que llegó hace un año a este barrio "mixto", en el que conviven gente de clase obrera británica e inmigrantes.
"Traté de explicarles lo que pasa, pero no todo, porque es algo que va más allá de la imaginación. No pueden imaginar que alguien en su propio barrio hizo eso", insiste.
"Podemos ver que algunas personas, como somos musulmanes, nos miran con una mirada rara, extraña, con miedo", añade, mientras lamenta que uno de sus hijos le pida regresar a vivir a Paquistán, donde cree que estará a salvo porque ahora mismo él también teme al de la puerta de al lado.
Viernes, 26 de mayo de 2017
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