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SANTA ANA Lagunas desbordadas no distinguen clases sociales Las barriadas conocidas como Iturriaga, Leconte y Barrio Chino son las más perjudicadas. Aunque el sistema de lagunas suma más de 30 espejos de agua, ahora están saturadas tras las lluvias del último fin de semana. Existen evacuados desde diciembre. Los trabajos para desagotar las zonas más complicadas llevarían varios días. Ayer por fin salió el sol y las calles de tierra y arena comenzaron a orearse. A pocos kilómetros de la capital correntina, Santa Ana de los Guácaras se fue convirtiendo, en los últimos 10 años, en uno de los lugares favoritos para inversiones inmobiliarias. Muchas fueron las ventajas que posicionaron al tranquilo poblado en un territorio ideal para edificar desde residencias – muchas de ellas muy onerosas – hasta pequeñas quintas de fin de semana que se sumaron a los habitantes estables de una localidad con identidad propia. Su paisaje, colmado de arboledas y salpicado por espejos de agua, completa el cuadro de un paraje ideal para el descanso y la vida tranquila alejada de la ciudad, aunque lo suficientemente cerca como para habitar la calma y estudiar y trabajar en Capital. Pero, desde diciembre pasado, junto con la Noche Buena, la llegada del fenómeno climático de “El Niño”, el efecto de las lluvias comenzó a complicar la vida sin sobresaltos de la zona. El intrincado sistema hídrico del departamento, con más de 30 lagunas interconectadas, se vio pronto impactado por los volúmenes de agua caída. Y si bien algunas de ellas pudieron ir drenando por estar conectadas naturalmente con el río Paraná o con un estero cercano, otras “no tienen ninguna salida y el descenso sólo se produce con bombeo artificial y canalizaciones”, explicó a época el intendente Augusto Navarrete. Cuando todo comenzaba a mejorar, las lluvias de abril sumaron aún más milimetraje a la región. Y aunque las principales damnificadas fueron las localidades del Sur correntino (entre ellas Esquina y Sauce), las lagunas de Santa Ana crecieron todavía un poco más.
El fin de semana pasado, los 230 milímetros de agua caída cerca de la capital correntina detonaron la emergencia. Ahora son más de 40 las familias afectadas de manera directa, aunque son centenares las propiedades que se encuentran rodeadas por el agua e incluso con severos daños estructurales. La peor parte se la llevan quienes se encuentran evacuados desde el 23 de diciembre, con meses habitando fuera de sus hogares. Unos hogares a los que ya no podrán volver, porque de ellos no queda más que ruinas. Son doce familias en total: dos de ellas albergadas en la guardería municipal, otras cinco en la parroquia, tres en el hospital y otras dos en el Salón de Usos Múltiples. “Trabajamos con los concejales para recuperar un terreno municipal (que había sido ocupado por personas que se asentaron allí), y en el cual se pretende buscar la manera de construir viviendas sociales”, comentó al respecto el intendente a este medio. “Ya se iniciaron gestiones con autoridades del Instituto de Vivienda de Corrientes (INVICO) y esperamos que eso tome celeridad. Una vez que dispongamos del lote, comenzaremos inmediatamente con la edificación de lugares donde albergar a quienes están evacuados y ya no tienen a dónde volver”, anticipó. “Sus casas estaban asentadas sobre lugares inundables, cercanos a lagunas que crecieron en diciembre y ya no se puede volver a acceder”, relató Navarrete. Mientras tanto son otras 30 familias las que debieron dejar sus viviendas porque el desborde de una laguna tomó gran parte del camino y lo cubrió con más de un metro de agua. Se trata del barrio Iturriaga, donde se edificaron tanto casas de residencia permanente como otras de fin de semana, con piletas incluidas. Sólo algunos perros ofician de guardianes hasta que sus propietarios puedan regresar. Los trabajos de bombeo de la última semana permitieron que la laguna descendiera unos 6 metros, pero todavía no es suficiente para liberar el camino.
El barrio Leconte es otro de los perjudicados, con 140 hectáreas, muchas de ellas bajo agua. Allí se concentran los trabajos de bombeo actualmente, aunque demandarán por lo menos otro cinco o seis días para permitir que ese espejo de agua que lo circunda descienda lo suficiente como para abandonar las viviendas. “La última creciente de esta laguna fue en 1998, con el último suceso de ‘El Niño’. Luego los lotes se vendieron con la laguna muy por debajo de este nivel. Y ahora son los nuevos habitantes los que invirtieron para vivir en Santa Ana, quienes se encuentran con esta dificultad”, explicó Navarrete. El panorama es desolador: desde mansiones hasta humildes viviendas precarias, todas bajo agua por igual. Barrio adentro, el patio de un merendero donde acuden diariamente decenas de niños también da cuenta de la inundación por una laguna en el fondo del predio. No hay nadie el sábado por la mañana pero un vecino ofrece su patio para ver de cerca el efecto de las lluvias. Se llama Ricardo y un par de perros flacos lo escoltan hacia el fondo, entre naranjeros a punto de rebosar de frutas y otras tantas esparcidas por el barro. En la casa lindera, Josefina no tiene menos dificultades. Su casa es de las que se quedan bajo agua. Y por solidaridad, una familia vecina que habita a pocos metros más ofreció albergarlos. Así, en una sola habitación conviven desde abril dos familias enteras a la espera de que el agua se retire. Junto a la de Josefina, son unas 17 familias las que recibieron esta semana ayuda enviada desde Desarrollo Social de la Provincia, aunque los damnificados son muchos más. “Ahora la urgencia es bombear las lagunas que están más desbordadas para que la gente pueda volver a sus casas. Pero luego harán falta obras que resuelvan el problema de manera definitiva. Si no, el próximo ‘El Niño’ volverá a avanzar sobre las casas”, reflexionó el intendente Navarrete. Según apuntó, técnicos del Instituto Correntino del Agua y del Ambiente (ICAA) visitaron esta semana la localidad y se plantearon el desafío de regresar a realizar mediciones que permitan elaborar un proyecto para evitar futuras inundaciones. “El nivel de pendiente desde Santa Ana a la Ruta 12 (rumbo al río Paraná) es sólo de 7 centímetros. Y desde la ruta hacia el río tiene 12 metros de caída. El escurrimiento es muy lento. Luego hacia el estero la pendiente es de 9 metros. Por eso es importante la intervención de los ingenieros hidráulicos”, destacó Navarrete. Ahora, a la localidad le resta esperar una nueva reunión, donde los técnicos del ICAA presenten las alternativas más convenientes para una obra que perdure y prevenga futuras inundaciones. Luego plantearse lo más difícil, cómo financiarla, ya que la localidad no fue incluida dentro de las que ingresaron en la Emergencia Hídrica y para las cuales habrá fondos nacionales para solventar obras definitivas. El drama tiene varias caras: están quienes se asentaron a la vera de una antigua laguna porque no tenían otro lugar donde levantar cuatro paredes de chapa y cartón. Y están también aquellos que invirtieron todos sus ahorros para edificar la mejor casa posible, con la ilusión de vivir en un lugar con mejor calidad de vida que en la ciudad. Ni unos ni otros sabía que “El Niño” llegaría para dejar sus penurias y sueños bajo agua.
Domingo, 3 de julio de 2016
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