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BRASIL Dilma Rousseff respondió a las críticas del analista de O Globo La presidente brasileña salió al cruce de Ricardo Noblat. Ricardo Noblat, quien es uno de los comentaristas políticos más conocidos de Brasil y se desempeña como columnista en O Globo, pronosticó que la presidente Dilma Rousseff no finalizará su mandato y que deberá dejar el poder en octubre.
La mandataria no tardó en responderle, y sentenció: "No voy a caer". En una entrevista con Folha, Dilma recogió el guante y fue contundente a la hora de defender su gestión. Desafió a los que pronostican una salida prematura del Gobierno y a los que la acusan de corrupción.
"No voy a caer. No lo haré, no lo haré. La política es una lucha", recalcó la jefa de Estado en la nota que concedió al diario. Y redobló la apuesta: "Si hay algo a lo que no le tengo miedo es a eso (al golpe de Estado)".
Rousseff descartó su renuncia y desmintió los rumores que se extendieron en Internet, que sostenían que había intentado suicidarse. "Yo no me maté en el momento en que estaban tratando de matarme en la cárcel (durante la dictadura). ¿Por qué voy a hacerlo ahora?", se preguntó.
Respecto a los dichos de Lula da Silva, quien había lanzado fuertes críticas contra el partido (PT, oficialista) y el propio gobierno, Dilma sostuvo: "Todo el mundo tiene el derecho a criticar, más aún Lula. Tiene el derecho de decir lo que quiera".
Los periodistas de Folha le consultaron también sobre las detenciones a los presidentes de Odebrecht y Andrade Gutierrez, salpicados por el escándalo de corrupción en Petrobras; y la mandataria afirmó que le resulta "extraño".
"No me gusta una parte de la decisión del juez Sergio Moro, que dijo que deberían ser arrestados porque participarían en el futuro programa de inversiones y logística. Pero el programa no presentó ninguna oferta. No había nada", señaló.
El artículo completo de Ricardo Noblat:
Un gobierno a la espera del fin
Falta coincidir con las calles, es claro. Pero quienes apuestan por el juicio político de Dilma ya se ocupan de valorar los rumores, hacen cálculos e intercambian ideas respecto de aquel que sería el mayor evento del inicio del siglo XXI en Brasil.
No todos los días se derrumba un presidente de la República con base en la ley. Aquí, sólo uno fue derrocado de esa forma: Fernando Collor. La fuerza bruta derribó a los otros.
Los más apurados dan por probable que septiembre no llegue a su fin sin que antes Dilma se vaya del poder por las buenas o por las malas. Por las buenas, por medio de la renuncia.
Con un único dígito de aprobación, abandonada por el Partido de los Trabajadores (PT) que la detesta y por Lula que pasó a rechazarla, Dilma pediría "la cuenta".
No vale suponer que una ex guerrillera, teniendo probado los padecimientos de la tortura, sería incapaz de batirse en retirada. ¿Por qué no?
Al pactar en suceder a Lula, Dilma se dispuso a servir a un proyecto compuesto por un conjunto de fuerzas de izquierda que jamás habían llegado al poder.
Prueba de eso fue cuando el presidente Joao Goulart sustituyó a Janio Quadros. Desde entonces fue la mayor fisura para disfrutar del poder nuevamente. Por eso, Lula. Y por él, los demás.
La salida de Dilma por las malas se daría mediante la iniciativa jurídica en algunos de los frentes donde ella enfrenta serios problemas.
El Tribunal de Cuentas de la Unión, por ejemplo, amenaza rechazar la prestación de cuentas de Dilma relativas al año pasado.
El Tribunal Superior Electoral dirá que ella abusó de su poder económico para ser reelegida.
Dependerá del Supremo Tribunal Federal juzgar cualquier cosa que pueda involucrarla en la Operación Lava Jato (la mayor investigación de corrupción de la historia de Brasil).
Quien diga saber qué ocurrirá está mal informado, pero ninguno quiere ser tomado por sorpresa. En el Congreso, el apoyo al Gobierno está colapsado.
Crece en el entorno de Dilma el clima hostil al ministro Joaquim Levy, de Hacienda, el cerebro del ajuste fiscal.
Para sabotearlo, Michel Temer, vicepresidente de la República, coquetea con la renuncia de función de coordinador político del Gobierno.
Los partidos analizan sus posibilidades de salir adelante el día siguiente de la caída de Dilma.
En el PSDB, lo mejor para Aécio sería el juicio político a la dupla Dilma-Michel Temer con el llamado de nuevas elecciones en 90 días.
En ese período, Eduardo Cunha, presidente de la Cámara de Diputados, presidiría el país. Aécio y Eduardo han conversado mucho sobre ese tema.
El senador José Serra (PSDB-SP) y el gobernador Geraldo Alckmin (PSDB-SP) prefieren el juicio político de Dilma y la asunción de Temer. Gobernaría hasta 2018 cuando uno de ellos pudiera sucederlo.
Con la discreción que el caso requiere, ministros de tribunales superiores miden la temperatura entre sus colegas y miden las presiones que reciben.
Una piedra importante en el tablero del poder parece confusa. Su nombre es Lula. Hace aproximadamente 20 días, disparó fuerte contra Dilma, el gobierno y el PT, acusándolos de estar en "volumen muerto". Retrocedió cuando supo que Dilma podría dejarlo a los cuidados del juez Sérgio Moro.
Lula admite que Dilma no tiene salvación. Al ser así, mejor para él y para el PT que ella desaparezca pronto.
Si pudieran, Lula y el PT se pintarían para la guerra y volverían a ser oposición. Hasta 2018 tendrían tiempo para armar un frente de partidos de izquierda que apoyaría la candidatura de Lula presidente. U otra candidatura.
Porque Lula carece de coraje para disputar una pelota dividida.
Martes, 7 de julio de 2015
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