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POLÉMICA Molestó a gremios que Cristina Kirchner los trate de marcianos La comparación de los trabajadores argentinos con los españoles no cayó bien. Los gremios están molestos porque intentan fijar un techo de 27% en paritarias. Ellos reclaman 40%. "No sé en qué mundo viven", se había preguntado la Presidente por cadena nacional
¿Tenés idea de la rentabilidad que tiene la aceitera del grupo Dreyfus? Entre 30 y 35 dólares por tonelada. Actualmente está moliendo unas diez mil toneladas de soja por día. Sacá la cuenta... Por eso, no pueden venir ahora Kicillof y los empresarios a decirnos por cuánto debemos negociar una mejora de nuestros salarios".
Esto decía a Infobae un vocero del gremio de los trabajadores aceiteros, una de las organizaciones en conflicto (cumple paro por tiempo indeterminado), que mantiene un campo de distancia entre lo que pretende (42%) y lo que ofrecen las empresas; a tono estas últimas con los requerimientos del ministro de Economía. Se trata de un caso representativo (igual que bancarios y trabajadores de la Alimentación) de las complicadas paritarias modelo 2015, que agudizaron, como nunca antes en la era kirchnerista, las contradicciones entre el Gobierno y el sindicalismo peronista.
Por lo pronto, esta semana maduró la certeza de hacerle a la doctora Kirchner el quinto paro general, durante la primera quincena de junio. Los gremios opositores (las centrales de Moyano y Barrionuevo, el transporte, la CTA de Micheli) no tienen aún decidida la fecha que se concretará, ni tampoco la modalidad. Pero creen tener en claro que la huelga es el único camino viable para tratar de romper la rigidez del Gobierno en unas paritarias que recién están en su tramo inicial.
El Gobierno K llevó a una encerrona al sindicalismo al ratificar su estratagema de exaltación de las "paritarias libres", al mismo tiempo que avisa, vía Kicillof, que el "27 por ciento" de aumento (subió unos puntitos respecto de su porcentaje idílico inicial) es el número indicado de una buena negociación. El ministro no debería desconocer que en una paritaria soberana deben atenderse, ante todo, las peculiaridades de cada organización, empezando por la rentabilidad o no que tengan los respectivos sectores.
Fijar un "techo" es querer meter a los trabajadores de todas las actividades en una misma bolsa. No alcanza a percibirse la diferencia entre ese esquema y un decreto que imponga los incrementos. Tampoco se advierte el más mínimo reconocimiento oficial de los niveles inflacionarios de la Argentina, que la llevan a integrar el top five de países con mayor aumento de precios en el mundo.
En este tema, la Presidenta pareció irse contra la banquina al comparar esta semana -por cadena nacional- las mejoras de los trabajadores argentinos con las de los españoles, que apenas sobrepasan el 1 por ciento. Olvidó decir la mandataria -no parece casual- que España lleva diez meses consecutivos con deflación (tampoco es un buen dato) y un cuarto de la población desocupada. Y que la Argentina orilló en 2014 casi un 40 por ciento de inflación, unos 13 puntos más de lo que la Casa Rosada ahora pone como tope.
Aunque más que ese ejemplo traído de los pelos, lo que más molestó a los sindicalistas fue la nueva mención descalificadora de Cristina hacia ellos, al tratarlos de marcianos. "No sé en qué mundo viven", se preguntó.
También hicieron madurar el lanzamiento del paro otras cuestiones: una, la más que sugestiva coincidencia entre lo que pretenden el Gobierno y lo que están dispuestos a pagar los empresarios. "Trabajan en tándem", tronaron en la última reunión de la CGT oficial. La central del camionero también ve allí un matrimonio por conveniencia.
Otro desencanto generalizado sobrevino al anuncio de Kicillof de cambios en Ganancias, que en apariencia llegó para no cambiar nada. No convencieron sus explicaciones en las reuniones reservadas que mantuvo con el sindicalismo oficialista. Lo que quieren los gremios es que el Gobierno actualice el mínimo no imponible, a lo que el kirchnermismo se ha mostrado insensible.
Ayer, al lanzarse a la huelga, Moyano salió a reclamar por la situación salarial en general. En su CGT exigen llevar el salario mínimo, vital y móvil de los actuales 4716 pesos a unos 8600 (que en teoría cubren la canasta básica alimentaria familiar) y a su vez equipar a éste con el ingreso mínimo de los jubilados, que ahora es de 3821 pesos.
Todavía está por verse cuándo y cómo será la modalidad del paro. Los gremios del transporte fueron los que hicieron punta otra vez. Moyano prefiere un paro clásico de 24 horas "sin que se mueva un alfiler". Barrionuevo va por más: quiere una medida que dure 36 horas y que incluya una movilización a Plaza de Mayo. "Marcha no, porque se desnaturaliza el paro" dijeron a Infobae los asesores del líder camionero. Varios gremios K, por su lado, andan con voluntad de darle "libertad de acción" a sus representados.
Dicen que Moyano, justamente, hará al fin un acto exclusivo de camioneros el 4 del mes que viene en la cancha del Deportivo Español. El encuentro sería doblemente funcional: las barras pedirán a Moyano que "siga en el gremio", y el jefe de la CGT aprovecharía el calor popular para anunciar allí la fecha del paro.
El despiste de los gremios K también da para hablar. Antonio Caló, su referente máximo, dice en una misma frase que el valor de referencia en las paritarias es del 27 por ciento (habla por el Gobierno), pero considera reactivar la posibilidad de un paro de la UOM si no satisfacen su pedido, que supera en algunos puntos el nivel de tolerancia del dueto Cristina-Kicillof.
El Gobierno querría reeditar ya mismo una foto con Cavalieri (Comercio), Gerardo Martínez (UOCRA) y Caló (metalúrgicos) firmando "paritarias responsables" como buenos alumnos, tal como ocurrió en 2014. Eso dependerá también de cómo acuerden esos gremios y las cámaras las formas de pago del aumento y sus adicionales.
Mientras, desde la jefatura de Gabinete, Aníbal Fernández , salió a tender una mano dialoguista con los gremios del transporte. El funcionario de los grandes bigotes adoptó una posición más conciliadora con los gremios desde que vio afianzar su candidatura como gobernador. Es obvio que no los quiere de enemigos. Desde Trabajo, Tomada, en cambio, hace lo que puede: el ministro récord en permanencia se ha convertido en una especie de emisora repetidora del ministro Kicillof. "Está muy compungido", dicen dirigentes que lo conocen a fondo.
Viernes, 15 de mayo de 2015
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