SUPERCLÁSICOS Superclásico por tres: pasiones, presiones y millones Un anticipo de todo lo que estará en juego (el orgullo, el futuro, el dinero...) en los próximos tres River-Boca. Es la esencia de la pasión. También, de las presiones y de los millones. La magnífica historia del fútbol argentino habría sido un cartón pintado sin un River - Boca , sin un Boca-River. El superclásico lo es todo: de tan arrollador, cuando reaparece, el resto se ofrece como migajas que trastabillan del mantel futbolero. Cuando levanta la cabeza y, más aún, con la impunidad de que su figura se entromete en tres actos en 10 días, queda en evidencia que más allá, todo sabe a poco. La comparación es una embustera: el sentimiento, el orgullo, el futuro, el pasado, la recompensa y el dinero, todo mezclado, no hay con qué darle al asunto. Una fantasía creer que hay algo parecido, al menos, en esta traumática y fanática porción del mundo. Serán, los que vendrán, días de superclásico hasta en las charlas silenciosas de biblioteca. En la Bombonera, el 3 de mayo, por el campeonato doméstico. El 6 (o 7), el primer encuentro por los octavos de final (jamás se enfrentaron en esa instancia en el prestigioso certamen), en el Monumental. El 13 (o 14), el partido decisivo, en la Bombonera. Si el fútbol es el rey de los deportes, el súper es el monarca de esa pasión.
Que tiene varias historias por recorrer. La pasión, el orgullo, el sentimiento..., de lo que pasó y lo que vendrá. El año que pasó fue una gala millonaria: de ocho partidos, se impuso en cuatro y nunca perdió, entre oficiales y amistosos. La cúspide fue el golazo de Leonardo Pisculichi, en Núñez, que derivó en la final Sudamericana, gloria conseguida días después frente a Atlético Nacional. En un año fantástico (logró el torneo local, con Ramón Díaz, tiempo antes) que extendió su estrella con la Recopa Sudamericana.
Boca se recompuso en el verano: dos triunfos en serie, con un cierre que deja secuelas: el 5 a 0 mendocino, una borrachera que viaja en la memoria. El favorito, en realidad, es el público imparcial: el que verdaderamente puede disfrutar de esta clase de espectáculos, con un habano imaginario, despreocupado de supuestos.
La pasión del público se representa, también, en algunos símbolos. Como Daniel Osvaldo , el goleador hincha que volvió para, entre otros asuntos, vivir de cerca esta clase de desafíos. O Teo Gutiérrez , el fanático a la distancia y desde pequeño en Barranquilla, en el enemigo público número uno, que tanto le agrada. El regreso de Orion , el hombre seguro, pero que suele despistarse en los súper, la presencia de Barovero , con el penal a Gigliotti a modo de gigantografía mejor.
Hay que ayudar al corazón: no va a resistir tantas emociones. Al menos, tiene una percepción, el primero, el doméstico, será con predominio de suplentes, con la convicción de que el campeonato de los 30 cierra el telón recién en noviembre. Los otros, los coperos, serán a cara de perro, con el coqueteo entre el cielo y el infierno y con una certeza mayúscula: ya nada será igual. El mejor del año, Boca obtuvo el Grupo 5 con 18 puntos y 19 tantos a favor. Lo ganó todo, más allá de sus endebles adversarios. Puntero, además, del torneo local, las cuentas se aprueban con los invertidos US$ 7,5 millones en el último mercado. La perfección, sin embargo, es una vengadora hiriente si no pasa de etapa. Los 30 jugadores entusiasmados, que entran y salen en silencio, serán un plazo fijo con vencimiento ficticio. Y las elecciones de diciembre, la obsesión de Daniel Angelici , una hipoteca a modo de moneda al aire. En la superficie, Boca perdería algo más.
Parece -sólo parece- que River perdería algo menos, si fracasa en el intento, luego de casi caer al abismo por la traumática primera parte de la Libertadores, cuando le bastó un triunfo para seguir agónicamente en carrera. Si Boca es una maquinaria casi perfecta de ganar, River retoma de a poco el gusto por el juego. Con los mismos números que Boca en el campeonato doméstico -seis triunfos, tres empates-, en realidad apenas perdió un partido oficial en el año: un 2-0 contra San José, entre las nubes de Oruro, a casi 3800 metros sobre el nivel del mar.
Un despiste será un aplazo económico y también afectivo: en junio podrían irse Teo, Cavenaghi, Mora..., cada uno por su propio motivo. Podría ser una suerte de principio de final de ciclo.
El dinero detrás del orgullo. El superclásico es un juego que moverá alrededor de 65 millones de pesos en ese ida y vuelta copero que tendrá continuidad para uno solo. Con un piso de $ 25.000.000 de recaudación -contabilizando los dos encuentros- y un premio de 550.000 dólares que entrega la Conmebol a cada club por disputar los 8vos de final, el ganador de la serie proyecta números y con resaltador destaca que clasificarse significará un embolso de US$ 650.000, más lo que dejen las boleterías. No es todo: en el caso de River, el contrato con Adidas fija un bono extra por objetivos. La negociación de la TV Pública para transmitir la serie podría inflar las cifras; menos tangible en el momento de la acción, la revalorización del plantel en el mercado es otro punto que los dirigentes no pasan por alto.
Pasiones, presiones y millones, el gran juego de este superclásico por triplicado que ya se vive. A toda hora y en cada lugar..
Sábado, 18 de abril de 2015
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