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FIFA El legado de Julio Grondona: una vida de fútbol, política y poder Su fallecimiento, ocurrido el 31 de julio pasado, fue el suceso vinculado al deporte más importante del año. Su presidencia en AFA durante 35 años marcó a fuego al fútbol argentino. Su influencia alcanzó el más alto nivel en FIFA "Hablo solamente español, cierto, pero tengo una ventaja sobre el resto de los políglotas: hablo muy bien el idioma del fútbol. Y ese idioma no todos lo saben hablar". Conciso, irónico, dominante, hábil, político, negociador, estratega, dueño del segundo plano y amigo del mejor parado en los escalones del poder. Así fue Julio Grondona, el hombre que, con su muerte, sacudió al mundo del fútbol y dejó un vacío organizativo en la AFA que aún le duele a la pelota celeste y blanca.
El dirigente más importante del fútbol argentino se quedó sin aire apenas pasado el mediodía del miércoles 30 de julio. Y desde ese instante mortal hasta ahora, su segunda casa ubicada en calle Viamonte se desmoronó sin pausa. No alcanzó la buena voluntad de Luis Segura y su experiencia a la sombra de "Don Julio". El caos se apoderó de una estructura organizativa que siempre fue una atracción para los gobiernos de turno. El fútbol, se sabe, mueve multitudes y millones.
Durante sus 35 años de mandato, el ex presidente de AFA aprendió el arte del equilibrismo. De la Dictadura de Videla a la década ganada de Cristina. De Maradona a Messi y de Menotti a Sabella. De Sarandí a las calles de Zurich en Suiza y a los hoteles lujosos de la FIFA. De la vida a la muerte en 82 años, con denuncias de corrupción que nunca fueron comprobadas y aciertos de gestión que quedaron opacados por las críticas de los pasos en falso.
GRONDONA GOZÓ DE TENER LA PALABRA FINAL EN LAS DECISIONES DE LA FIFA AUNQUE NUNCA FUE PRESIDENTE
Grondona siempre entendió todo. Comprendió cuál era el momento indicado y cuándo querían cortarle las patas a su sillón presidencial. Su habilidad en el terreno político le dio autoridad en las negociaciones y poder para tomar decisiones. La enseñanza de la calle le brindó picardía, pero no lo libró del mal de la arbitrariedad. Abusó del poder que concentró con la desaparición de los calendarios y equivocó el escritorio de la ferretería de barrio con el de la entidad de fútbol más importante de Argentina.
Enriqueció a la AFA con contratos millonarios que logró en 1991 cuando le cedió los derechos de televisación a la empresa Torneos y Competencias, y en el 2009 cuando, en forma unilateral, rompió el contrato y negoció el desembarco de "Fútbol para Todos" de la era kirchnerista. De un contrato de 268 millones pasó a uno de 600 millones de pesos. De ser investigado por irregularidades en su gestión durante el gobierno de Néstor Kirchner, a convertirse en un aliado de Cristina en sus últimos años de mandato.
Julio Humberto Grondona fue el "vicepresidente del mundo" con el poder concentrado en su puño, un hombre "sin gorra ni chapa", porque entendió que no era él quien tenía que escribir la lista de barrabravas, y una persona que se jactó de ser intuitiva porque siempre vio "un poquito más adelante".
Su gran karma fue la violencia. Los muertos del fútbol argentino. Los que pierden su vida por batallas de intereses que se liberan cerca de los estadios, donde las familias intentan ser protagonistas del deporte más lindo del mundo. Fueron 182 muertes las que se produjeron durante sus 35 años de mandato. Nunca logró implementar una medida efectiva, junto a los clubes, para terminar con las barras bravas. Jamás hubo respuestas convincentes para el hincha que buscó felicidad y entretenimiento.
La escalada de violencia en los estadios fue tan grande durante el 2013 que los organismos de seguridad decidieron ponerle fin a la presencia del público visitante. "Ustedes (los periodistas) son parte, conocen a los barras mejor que nadie", le respondió Grondona a un cronista en febrero de este año, en referencia a la problemática de la violencia. Intentó encontrar en el periodismo un responsable de un conflicto histórico e irresuelto, pero los periodistas no organizan el fútbol.
Siempre tuvo cintura para manejar los problemas surgidos del negocio futbolero. Se formó en la universidad de la dirigencia argentina y en 1988 llegó a la vicepresidencia de la FIFA. Se transformó en el segundo de Joao Havelange, y se encargó de manejar los millones de dólares que mueve la entidad madre del fútbol mundial.
SU MUERTE DEJÓ UN VACÍO DE PODER Y UNA PROFUNDA DESORGANIZACIÓN EN LA AFA
"Don Julio" gozó siempre de tener la palabra final en las decisiones pese a no ser el número uno. No le hacía falta. "Lo miraba a la cara antes de tomar una decisión", fueron las palabras con las que lo despidió Joseph Blatter, actual presidente de la FIFA, en su velatorio. Experiencia y olfato a la orden del día y de Suiza.
El poder y la muerte están íntegramente relacionados. Pueden ser causa y consecuencia en una misma situación. Podés salvarte de la muerte por poder o podés morirte por utilizar mal el control de influencias. Grondona vivió y murió con poder. Lo supo utilizar. Se transformó en un experto y astuto controlador. Inclusive, fue un hábil declarante, cualidad distinguible en un país de muchas frases y pocos conceptos.
En su última aparición pública lució elegante, con el último botón de la camisa prendido y la corbata ajustada. Una imagen pulcra y entera. Parecía haberse preparado para la última foto de su vida. Los flashes lo iluminaron en la puerta de la AFA, en el edificio de calle Viamonte que se transformó en un imperio infranqueable. En ese lugar donde supo convencer a sus fieles seguidores de que lo extrañarían cuando ya no estuviera.
Martes, 30 de diciembre de 2014
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