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CRÍTICAS Duro mensaje del Papa a la Curia Romana El Papa argentino invitó ayer a la Curia Romana –el gobierno central de la Iglesia y su principal objetivo para limpiar a fondo la institución– a un profundo examen de conciencia, en lo que pareció una paliza espiritual que los cardenales y altos prelados reunidos en la Sala Clementina recibieron con la debida sorpresa por el baldazo de agua helada. En los saludos finales de lo que algunos calificaron con ironía “una misa de cuerpo presente” se notaba la tensión pese a las sonrisas. Jorge Bergoglio enumeró las 15 enfermedades que a su juicio acechan a la Iglesia y, en especial, a la Curia romana.
Las enumeró, mientras los cardenales lo escuchaban asombrados. El “Alzheimer espiritual”, “la mundanidad y el exhibicionismo”, “la vanagloria”, la persistencia de un clima de chismes, “el sentirse inmortal”, entre otras. “Una Curia que no hace autocrítica, que no se actualiza y no intenta mejorar es un cuerpo enfermo”, dijo Francisco, que invitó a los presentes a visitar los cementerios, plenos de inquilinos con nombres de tantas personas “que se creían inmortales, inmunes e indispensables”.
El Papa no hizo nombres pero señaló que “esto deriva de la patología del poder, del complejo de sentirse un elegido y del narcisismo”. A algunos les pareció ver el fantasma del cardenal Tarcisio Bertone, que hegemonizó la Curia Romana durante el pontificado de Benedicto XVI. Hace dos días perdió el cargo de camarlengo de la Iglesia, que se encarga del interinato de gestión desde que muere o renuncia un Papa hasta que el Cónclave elige a su sucesor. El cardenal debió ser destornillado de los muchos lugares estratégicos del poder que controlaba, incluído el IOR, el banco del Papa.
En medio de un silencio de tumba que contrastaba con los brillos de la Sala Clementina, decorada con los oros de las Américas saqueados por el imperio español, el Papa desgranó una a una las enfermedades. Empezó por el “Alzehimer espiritual”, es decir,–explicó– “una declinación progresiva de las facultades espirituales, que causa grave handicap a las personas haciéndolas vivir en un estado de absoluta dependencia de sus puntos de vista con frecuencia imaginarios”.
También citó la enfermedad de sentirse “inmortal o indispensable”. Dijo: “Una Curia que no hace autocrítica y trata de mejorar es un cuerpo enfermo.” Es la enfermedad “de los que se transforman en patrones y se sienten superiores a todos y no al servicio de todos”. Padecen el complejo del narcisismo, se creen “los electos”.
También criticó la “excesiva operosidad”, o sea, el estado de quienes “se sumergen en el trabajo dejando la parte mejor: sentarse a los pies de Jesús, que decía que no reposar lleva a la agitación y al estrés”. Francisco citó además la enfermedad de “la excesiva planificación y la mala coordinación” y aquella que llamó “la esquizofrenia existencial” padecida por quienes “viven una doble vida, fruto de la hipocresía típica del mediocre y del progresivo vacío espiritual, que licenciaturas y títulos académicos no pueden colmar”. “Abandonan el servicio pastoral y se limitan a las cosas burocráticas, perdiendo así el contacto con la realidad.”
Francisco también criticó las enfermedades de la rivalidad y la vanagloria, de los chismes y de divinizar a los jefes. “Los chismes se hacen dueños de las personas, que devienen seminadores de cizaña, como Satanás y en ocasiones homicidas a sangre frío de la fama de los colegas. Esta es una enfermedad de los cobardes. Evitemos el terrorismo de los chismes”.
Francisco siguió pasando lista a las 15 patologías que a su juicio afectan la Curia. Por lo visto, no cree que las cosas hayan cambiado a fondo, como esperaba hace 21 meses al asumir el pontificado.
Entre los carraspeos de los cardenales, citó por ejemplo “la indiferencia hacia los demas” y también habló de “la enfermedad de la cara fúnebre”, propia de quienes tienen pintado “el rostro de la melancolía y de la severidad al tratar con los otros, sobre todo aquellos considerados inferiores”. Bergoglio pidió “un sano humorismo” en lugar de “la severidad teatral y el pesimismo estéril, que son casi siempre síntomas de miedo e inseguridad”.
Las críticas se extendieron a los que padecen “la enfermedad de acumular bienes materiales”. Atacó además “los círculos cerrados”, los “grupitos” y “lobbies”. Este fue uno de los garrotazos más directo contra las facciones que bajo Benedicto XVI se combatieron entre sí y causaron un daño desastroso al prestigio de la Iglesia.
El Papa pidió perdón por sus errores, pero fueron tantas y tan penetrante la enumeración de las patologías del gobierno central y de la misma Iglesia que su discurso será recordado como la crítica más dura que ha recibido la Curia Romana en muchos decenios.
Martes, 23 de diciembre de 2014
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